Para librarte del sufrimiento que te atormenta, es necesario que ores por esa persona (por cuya causa estás sufriendo). Y así es como debes orar: “¡Señor, salva y ten piedad de (nombre), y por sus oraciones ayúdame a mí, que soy un pecador!”.

El mismo Señor nos ordena orar de esta forma en los Evangelios: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a quienes os odian, bendecid a quienes os maldicen y orad por aquellos que os insultan y os persiguen”. Si no oras así no podrás tranquilizarte y librarte del pesar que te agobia. Y si oras con fe y perseverancia, esa persona terminará cambiando por completo su actitud hacia ti.

Te aconsejo que leas con más frecuencia y dedicación los Evangelios, especialmente el de San Juan. Lee de tal forma que tus oídos ecuchen lo que lees, y aunque no entiendas lo que estás leyendo, no te detengas. La palabra llena de Gracia del Evangelio es poderosa y aleja toda tristeza, sosegándote. Finalmente reconocerás que esta tentación ha sido permitida por Dios para que conozcas lo que hay en tu interior y te esfuerces en sanar las enfermedades espirituales que hayan en ti, utilizando el método evangélico que nuestro Señor nos enseña, al decir: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso”.

Dios te habla también por medio del Apóstol: “Mío es el juicio. Yo soy el que os recompensará”. Es decir que todo se lo confía al Señor, y Él será quien nos recompense. Y tú no tienes esa potestad, por mucho que quieras.

(Traducido de: Sfântul Ambrozie de la Optina, Sfaturi pentru familia creștină, Editura Platytera, p. 156-157)