Ese calor de corazón que sientes es un buen estado, por eso es importante mantenerlo y fortalecerlo.

Cuando notes que huye, debes traerlo de regreso de la manera que ya conoces: poniendo toda tu atención en el corazón, llamando incesantemente el Nombre del Señor. Para que la atención no se aleje del corazón, lo importante es evitar todo pensamiento, toda imaginación y los sentimientos que vengan a visitarte, porque únicamente crean —en nuestro interior— impresiones que no tienen ninguna relación con el estado de oración, ahuyentando finalmente el calor del corazón. ¡Que ninguna imagen tome forma en nuestro corazón y que ninguna preocupación atraiga nuestro interés! Debemos dirigir el corazón y la mente hacia el Señor. También debemos someter nuestro cuerpo, con largos esfuerzos y con trabajos. Así se consigue mantener el calor del corazón, porque este también es un don de la misericordia divina. Entonces, lo más importante que debemos hacer es pedirle al Señor que nos ayude a mantener ese calor.

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Călăuzire către viața duhovnicească, Editura Egumenița, Atena, 2004, pp. 145-146)