Tenemos tres poderosísimos medios para obtener la Gracia de Dios, que deviene en fuente de inspiración para todo lo que hacemos en búsqueda de la salvación.

Uno de ellos es la invocación del Nombre de nuestro Señor Jesucristo, porque cuando lo hacemos con asiduidad, entramos en Su presencia, y Su presencia es santificadora y vivificadora.

Después, otra cosa importantísima es participar en la Divina Liturgia. Asistiendo con fervor a la Liturgia, le ofrecemos a Dios lo mejor de nosotros, los mejores estados de nuestra alma, Él pone Su vida en esos dones que le presentamos, devolviéndonoslos: en la Liturgia tiene lugar un cambio de vida.

Y el tercer aspecto es la lectura permanente de la Palabra de Dios. Cuando hacemos de esto un hábito, la Palabra Divina deja en nosotros la marca del Espíritu del cual ha germinado. Y esto hace que en nosotros crezca la Gracia, y esa misma Gracia se convierte en una fuente de inspiración para poder orar y también para practicar las virtudes.

(Traducido de: Arhimandritul Zaharia Zaharou, Merinde pentru monahi, Editura Nicodim Caligraful, Putna, 2013, p. 192)