Palabras de espiritualidad

¿Cómo obtener y conservar la paz?

    • Foto: Florentina Mardari

      Foto: Florentina Mardari

Translation and adaptation:

Si el hombre renuncia a su propia voluntad ante Dios y ante los demás, siempre tendrá paz en el alma. Pero el que ama su propia voluntad, ése nunca tendrá paz.

Todos quieren tener paz, pero no saben cómo alcanzarla. El gran Paisos se enfureció una vez, pero le pidió a Dios que lo librara de la ira. Y el Señor le respondió: “Si no quieres enfurecerte, no pretendas nada, a nadie condenes, a nadie odies. Sólo así vencerás a la ira”. De la misma forma, si el hombre renuncia a su propia voluntad ante Dios y ante los demás, siempre tendrá paz en el alma. Pero el que ama su propia voluntad, ése nunca tendrá paz.

El alma que conoce la voluntad de Dios, fácilmente soporta las enfermedades, porque le pide a Dios: “Señor, Tú conoces mi enfermedad. Sabes que soy pecador y débil. Así pues, ayúdame a ser paciente y a agradecer por Tus bondades”. El Señor alivia su dolor, y el alma siente la ayuda de Dios, alegrándose ante Él y agradeciéndole por el bien recibido.

Si atraviesas alguna aflicción, piensa: “El Señor ve mi corazón y si lo encuentra agradable, entonces todo estará bien para mí y para los demás”. Así tu alma estará en paz. Pero si te quejas: “¡Esto no es normal, no es justo!”, nunca tendrás paz en tu corazón, por más que ores y ayunes.

Los apóstoles sabían entregarse a la voluntad de Dios. Así es como pudieron mantener la paz. Lo mismo hicieron todos los santos, soportándolo todo, abandonándose a las manos de Dios.

El Señor nos ama, por eso no debemos temerle a nada, porque la gracia se pierde por causa del pecado, y sin la gracia, el maligno toma el control del alma, así como el viento arrastra a una hoja seca o hace oscilar al humo.

Debemos recordar siempre que el mismo maligno encontró su perdición por culpa del orgullo, llevándose a muchos más en su caída. El Señor dijo: “Aprendan de Mí que soy manso y humilde, y encontrarán descanso para sus almas”.

Oh, piadosísimo Señor, danos Tu paz, así como se las diste a los Santos Apóstoles, diciéndoles, “Mi Paz les doy”.

(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Cuvântări duhovniceşti, vol. I, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2004, pp. 110-111)