¿Cómo ofrecernos por completo a Dios?
Extendamos nuestras manos con devoción a Él y abrámoslas para dar, no para recibir “diez veces y ofrecer a los demás sólo una”.
Seamos verdaderos cristianos, no sólo de nombre. Ofrezcámonos completamente a Dios, alejándonos del maligno. En primer lugar, toquemos la tierra con nuestra frente, postrándonos ante Él. Hagamos que nuestros ojos lloren de contrición ante Él, y no les permitamos ensuciarse al contemplar la belleza ajena. Extendamos nuestras manos con devoción a Él y abrámoslas para dar, no para recibir “diez veces y ofrecer a los demás sólo una”. Refrenemos también nuestro vientre, alimentándolo con sensatez. Con nuestro corazón suspiremos, con nuestra alma templémonos. Doblemos nuestras rodillas en oración. Corramos, con nuestras piernas, a la iglesia, así como Pedro y Juan corrieron al sepulcro del Señor, y con ellos hagámonos parte del Reino de los Cielos en aquel santo y luminoso día, cuando el Justo Juez venga rodeado de bellísimos ángeles de fuego, con refulgentes coronas de santidad, pero ardiendo a los pecadores.
Entonces Él escudriñará en las profundidades de nuestro corazón con Su enorme sabiduría y separará las madres de las hijas, los padres de los hijos, los hermanos de los hermanos y los esposos de las esposas. Separará, también, los justos de los paganos, como las ovejas de las cabras. Entonces las almas llorarán, no quedando más tiempo para arrepentirse. En aquel momento, el Justo Juez dirá: “A ustedes, con quienes he sido muy paciente, ¡aléjense de Mí y vayan al fuego eterno, que ha sido preparado para el diablo y para sus ángeles!” (Mateo 25, 41). Y nuevamente dirá: “Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo” (Mateo 25, 34). ¡Sea que todos podamos recibir ese Reino, por las oraciones de la Santísima Madre de Dios y de todos los santos! ¡Amén!
(Traducido de: Sfântul Clement de Ohrida, Cuvinte şi învăţături de folos pentru orice creştin, Editura Sophia, 2014, pp. 20-21)