“¿Cómo pudo la Santísima Virgen dar a luz a un Hijo sin padre?”
Semejante pregunta no aparece especialmente en el alma de aquel que puede, al menos en parte, hacerse una idea, desde el temor y el respeto, del poder de Dios.
«Te atormenta la pregunta: “¿Cómo pudo la Santísima Virgen dar a luz a un Hijo sin padre?”.
Esto no ocurrió, de ninguna manera, por su propio poder, sino por el poder del Todopoderoso. Así pues, queda preguntarte: “¿Cómo pudo Dios, siendo Todopoderoso, causar este inefable nacimiento?”. A esta pregunta, contradictora en sí misma, la respuesta viene sola, al decir “Dios Todopoderoso”.
Semejante pregunta no aparece especialmente en el alma de aquel que puede, al menos en parte, hacerse una idea, desde el temor y el respeto, del poder de Dios. Él, que con Su sola Palabra Todopoderosa creó el mundo, este mundo maravilloso con estrellas y vastos territorios, sin la ayuda de nadie, verdaderamente podía hacer que un niño fuera concebido en el vientre de la Virgen, sin la ayuda de nadie. ¿Acaso no es según la idea y la voluntad de Dios que los pequeñitos vienen al mundo, según el orden natural establecido por Él? En cada nacimiento hay algo que está más allá del plano de lo meramente humano.
Cuando a la anciana Sara se le dijo que iba a concebir un hijo, se echó a reír con incredulidad, porque su naturaleza femenina ya no era capaz de algo así. Tanto la Santísima Virgen como San Juan el Bautista nacieron en hogares con padres muy ancianos y sin hijos. ¿Acaso Dios no es capaz de toda palabra? La Biblia nos enseña con claridad que tanto la fertilidad como la esterilidad dependen no tanto de la voluntad de los hombres, como de la voluntad de Dios. Hasta los mismos animales se multiplican según la voluntad de Dios, como vemos también en la Biblia. Estamos hablando de las reses, las ovejas y las cabras, por ejemplo, como leemos en el asombroso relato de Jacob y Labán y sus rebaños (Génesis 30, 31).
En todas las acciones de la naturaleza se encierra un poder, una voluntad divina, sobrenatural. Si Dios dejara que la naturaleza produzca lo que quiere y cuánto quiere, el caos y la irracionalidad se adueñarían de todo. En cada parto hay un misterio celestial. Y al respecto de lo que afirmas con tanta admiración, diciendo que el nacimiento de Cristo por parte de la Virgen es un misterio de una inmensidad incomparable, es porque Cristo entero es en Sí Mismo un misterio de una inmensidad incomparable. Esto lo sintió la misma Madre del Señor, y por eso le preguntó al Arcángel Gabriel: “¿Cómo será esto posible, si no conozco varón?”. Y el Mensajero divino le respondió —y también te responde a ti— con estas palabras: “Para Dios no hay nada imposible”. Que la paz de Dios esté contigo, hijo».
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Răspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi vol. 2, Editura Sophia, București, 2008, pp. 116-117)