Con el amor verdadero, que es compartido, nuestra individualidad está a salvo
El amor verdadero resguarda, salva nuestra personalidad, sin confundirnos o identificarnos con otras personalidades o con Dios.
Según lo que dice el Evangelio, según lo que postula la doctrina cristiana ortodoxa, el hombre es y será siempre un ser distinto, particular. Solamente un ser así puede amar y ser amado. El amor verdadero no nos confunde con el otro, el amor verdadero tampoco nos separa del otro. El amor verdadero conserva, asegura, salva la personalidad del individuo. No confunde al hombre con otras personas o con Dios. El amor verdadero saca a flote la personalidad del individuo y la pone en comunión con otras personalidades; el amor verdadero no se destruye ni muere encerrado en sí mismo. Cualquier criatura, cuando se encierra en sí misma, muere. En esto consiste el nihilismo, este es el centro de lo que hoy en día enseña la filosofía existencial del nihilismo.
Según los nihilistas, el hombre llega a ser nada, muere… pero sucede porque no está abierto a Dios y a los demás hombres, por medio del amor que brota de Cristo. Muere asfixiado en sí mismo. O se puede confundir con los demás y, nuevamente, muere, desaparece. Por eso, los filósofos exitencialistas del nihilismo dicen que el infierno del hombre es su semejante. Dicen que mi infierno es el otro. Esto es un error. Los demás son el paraíso; como decimos, el amor circula entre personas, existe una comunión de amor y nadie puede vivir solo. […]
El amor verdadero jamás nos confunde con el otro, el amor verdadero nunca nos aparta del otro. El amor verdadero resguarda, salva nuestra personalidad, sin confundirnos o identificarnos con otras personalidades o con Dios.
(Traducido de: Arhimandritul Simeon Kraiopoulos, Te cunoști pe tine însuți? Viața duhovnicească și problemele psihologice, Editura Bizantină, București, 2008, pp. 112-113)