Palabras de espiritualidad

Con un sencillo “¡Señor, ten piedad!”…

    • Foto: Doxologia

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Esta experiencia me ayudó a entender lo cerca que está el Señor del pecador y lo rápido que atiende su oración.

Recuerdo que un día, para llegar al campamento Ustijorsk, cerca de la aldea Kolpino —en donde estaba estacionado nuestro batallón—, tuve que atravesar una extensa campiña. Mi intención era enviar por correo un poco de dinero al Santo Monte. De repente, de la nada apareció un perro rabioso, que empezó a correr hacia mí ladrando furiosamente. Cuando estaba por abalanzarse sobre mí, solamente alcancé a decir: ‟¡Señor, ten piedad!”, y en ese mismo instante una fuerza invisible empujó muy lejos al animal, que, luego de sacudirse un poco para librarse del aturdimiento, siguió su camino hacia Kolpino como si nada hubiera pasado. Después me enteré de que en ese lugar atacó a muchas personas y también a las ovejas de algunos pastores.

Esta experiencia me ayudó a entender lo cerca que está el Señor del pecador y lo rápido que atiende su oración.

(Traducido de: Cuviosul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Ed. Deisis, Sibiu, 2000, p. 207)