Palabras de espiritualidad

¡Concédenos, Señor, Tu paz!

    • Foto: Benedict Both

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El Señor nos ama, por eso no podemos temerle a nada, sino al pecado, porque es por medio de éste que perdemos la Gracia.

Si tienes que enfrentar algún infortunio, piensa: “El Señor puede ver mi corazón, y si le agrada, todo estará bien tanto para mí como para los demás”; así, tu alma tendrá siempre paz. Pero si el hombre empieza a murmurar: “Esto no debería estar pasando, esto no está bien”, nunca tendrá paz en su alma, aunque ayune y ore mucho.

Los Apóstoles se entregaron siempre a la voluntad de Dios, por eso es que supieron mantener la paz. De igual modo, todos los santos soportaron las tristezas, abandonándose a la voluntad de Dios. El Señor nos ama, por eso no podemos temerle a nada, sino al pecado, porque es por medio de éste que perdemos la Gracia, y sin la Gracia de Dios el enemigo da caza a nuestra alma, tal como el viento o el humo arrastran a las hojas secas.

Debemos recordar que el enemigo cayó por su orgullo, que se esfuerza en empujarnos al mismo camino y que suele engañar a muchos. Pero el Señor dijo: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas (Mateo 11, 29). ¡Oh, misericordioso Señor, danos Tu paz, así como se las diste a Tus santos Apóstoles, diciendo: “Mi paz os dejo”! (Juan 14, 27; 20, 21).

¡Señor, concédenos gozarnos de Tu paz! Los Apóstoles recibieron Tu paz y la irradiaron sobre el mundo entero. Así, salvando a los pueblos, no perdieron su paz ni la vieron menoscabada. ¡Gloria al Señor y a Su piedad, porque nos ama mucho y nos otorga Su paz y la Gracia de Espíritu Santo!

(Traducido de: Sfântul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, 2001, pp. 94-95)

 

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