¡Confía, hermano! ¡Dios no nos abandonará jamás!
¿Crees, acaso, que Dios nos abanadonará, a pesar de ver que nosotros hacemos todo lo que es nuestro deber y está en nuestras posibilidades hacer, es decir, ser pacientes, perseverar y ser agradecidos con Él por todo?
¿Por qué te entristeces? ¿Por qué te dejas llevar por la congoja? ¿Por qué sufres? ¿Por qué eres tan pequeño de alma? ¿Crees, acaso, que Dios nos abanadonará, a pesar de ver que nosotros hacemos todo lo que es nuestro deber y está en nuestras posibilidades hacer, es decir, ser pacientes, perseverar y ser agradecidos con Él por todo? ¿O es que crees que la sabiduría de nuestro Soberano no ha de vencer, incluso cuando todo parezca arrastrarnos a la desesperanza? ¡Hagamos lo que depende de nosotros y cultivemos una fe pura, confiados en la maestría del Protector de nuestras almas! Y, ciertamente, Él, Quien sabe bien lo que es bueno para nosotros, dispondrá todo como debe ser, como Él crea conveniente y resulte de provecho para nosotros, para que recibamos también la retribución por nuestra paciencia y nos hagamos dignos de Su amor a la humanidad.
(Traducido de: Sf. Ioan Gură de Aur, Omilii la Facere, omilia XXXII, IX, în PSB, vol. 21, p. 426)