¡Confíale a Dios todas tus penas!
¡Que el Señor te llene de sabiduría!
La paz no existe. De hecho, nunca hubo paz en esta tierra, porque el Señor no trajo paz al mundo, sino espada, y una que corta profundamente. Pero la tranquilidad, el consuelo y la comprensión se pueden hallar sólo en la fe, en Dios y al lado de Dios.
Que Dios te otorgue el único conocimiento útil, y que tu alma empiece a desear vivir sólo en la paz de Dios, sólo para Dios y para los demás, en Él. ¡Que el Señor te llene de sabiduría! Agradécele por todo. El hecho que seamos parte de Su Iglesia no es mérito nuestro, sino un don Suyo. Lee, despacio, la vida de San Juan Crisóstomo. Él te sosegará y te ayudará.
Hay alguien que conoce todas nuestras preocupaciones, porque no hay nada que podamos esconderle. Él sabe que nuestras congojas nos provocan dolor. Y Él quiere ayudarnos siempre. Él nos prometió cargar con todas nuestras aflicciones. ¿Acaso podríamos pedir más? Él quiere apartar todo lo que nos consterna. Él quiere abrirnos un camino ahí donde no vemos ninguna salida. Él quiere ayudarnos y transformar todo eso que nos apesadumbra. ¡Confíale, pues, todas tus penas! Y agradécele porque Él asume todo para sí y porque te envía Su ayuda. De esta manera, tu corazón se llenará de paz.
(Traducido de: Arhimandritul Ioan Krestiankin, Povăţuiri pe drumul crucii, Editura de Suflet, Bucureşti, 2013, pp. 21-22)