Conozcamos los peligros del orgullo
El soberbio se asemeja a una manzana, que, a pesar brillar por fuera y parecer hermosa, está podrida por dentro. El demonio no necesita tentar al orgulloso, porque este ya se ha hecho enemigo y adversario de sí mismo.
Aquel que se envanezca y se jacte por el hecho de sentirse partícipe de la Gracia, debe saber que la maldad le ha atrapado, aunque no lo haya notado y aunque resucite muertos; por eso, debe reconocer que su alma es infame y vil, y que él mismo es pobre de espíritu. Al orgullo se le opone la compunción de corazón y, sobre todo, la autoamonestación. La necedad más grande es envanecerte con los dones de Dios; así, quienes caen en ello, por indignos, los terminan perdiendo.
El soberbio se asemeja a una manzana, que, a pesar brillar por fuera y parecer hermosa, está podrida por dentro. El demonio no necesita tentar al orgulloso, porque este ya se ha hecho enemigo y adversario de sí mismo. Tal como la oscuridad es ajena a la luz, así también el orgulloso es ajeno a la virtud. Ciegos de orgullo, algunos se creen santos y sólo al momento de morir se dan cuenta de su grave error.
Recuerdo el caso de un asceta, quien, asaltado constantemente por los pensamientos que el orgullo le enviaba, decidió escribir en una pared los nombres de las virtudes más excelsa: leyéndolos, suspiraba por su pobreza. Hasta el final de nuestra vida debemos recordar nuestros pecados, sin entrar en los detalles de la forma en que los cometimos, especialmente cuando se trata de pecados carnales. El recuerdo de los pecados extingue los pensamientos soberbios. A los adúlteros los corrigen los demás hombres, a los pérfidos, los ángeles, y a los orgullosos, solamente Dios.
El que no obedezca, no renuncie a su voluntad, no sobrelleve las amonestaciones, las ofensas y los insultos, no podrá alcanzar la humildad verdadera. No es posible crear nieve del fuego; así, quienes busquen la gloria del mundo no podrán gozar de la que es celestial. San Efrén el Sirio dice, a propósito del orgullo: “En el orgulloso mora de forma invisible el maligno”.
(Traducido de: Cum să biruim mândria. Lecții de vindecare a mândriei din sfaturile Sfinților Părinți, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2010, pp. 108-109)