Consejo para los nuevos suegros
Tanto los padres como los nuevos cónyuges deben recordar que el esposo y la esposa ya no son dos personas separadas, sino un todo unitario.
He examinado esta cuestión brevemente, asumiendo la postura de los padres; ahora, algunas palabras sobre la forma en que la joven generación entiende las cosas. Desde luego que también los jóvenes tienen su parte de razón. En la Santa Escritura dice: “El hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne” (Génesis 2, 24). Las personas maduran, dejan la casa paterna y fundan su propia familia.
Y, en ese momento, esto es lo más importante para ellos. El esposo y la esposa tienen un vínculo más estrecho que el existente entre padres e hijos, aunque, desde luego, nadie podría destruir el respeto y el amor hacia papá y mamá. La generación mayor debe tener en cuenta que eso es lo más importante para sus hijos: construir armoniosamente su propia relación de familia con su pareja, sabedores de que el lazo padres-hijos seguirá siendo uno de amor.
Algunas veces, a los padres les parece que los jóvenes nunca llegarán a desenvolverse por sí mismos y, guiados por un amor ciego, empiezan a atosigarlos y a entrometerse en todos los aspectos de la nueva familia. Los jóvenes esposos deben construir solos su familia, su relación, y sin la intervención de sus padres lo harán mejor y más rápidamente. Por su parte, los padres deben fortalecer los cimientos de los hogares de sus hijos con sus oraciones, tal como aparece en las disposiciones del Matrimonio.
Los padres y las madres deben traer luz para los sentimientos de sus hijos. Así, lo que en principio podría parecernos un amor desmedido hacia nuestros hijos, podría tratarse de una muestra de celos, egoísmo y autocompasión. Padres y madres, ¡confíen más en Dios y en sus hijos, que ya son lo suficientemente grandes! ¡No los agobien con recomendaciones y sermones, pero tampoco rechacen ayudarlos!
Tanto los padres como los nuevos cónyuges deben recordar que el esposo y la esposa ya no son dos personas separadas, sino un todo unitario, en tanto que entre padres e hijos existe solamente el primer grado de parentesco. Es absolutamente natural que los esposos se sientan más unidos entre ellos que con sus propios padres. Esta es la ley del Génesis.
(Traducido de. Pr. Pavel Gumerov, El şi ea: în căutarea armoniei conjugale, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu Vlas, Editura Sophia, București, 2014, pp. 261-262)