1. Practica un canon diario de oración; pero, procura que no sea muy extenso, para que puedas cumplirlo a pesar de tus ocupaciones;

2. En tu tiempo libre, intenta adentrarte en el sentido de las oraciones de tu canon, entendiendo cada palabra, viviendo cada frase y preparando tu alma de forma correspondiente, para que al orar comprendas todo lo que estás diciendo;

3. Sin lugar a dudas, cuando ores tu mente se distraerá y se enredará en quién sabe cuántos asuntos. Cada vez que esto ocurra, lucha por regresar tu pensamiento a la oración. Repite lo que estás leyendo una y otra vez, hasta que lo hagas con atención y concentración. Así estarás obligando a tu mente a enfocarse en lo que está haciendo, hasta que, con la ayuda del tiempo y el esfuerzo continuo, terminará librándose de la desidia y la dispersión;

4. Si alguna palabra o alguna frase de tu oración conmueve fuertemente tu alma, detente. Permanece ahí, con la atención de tu mente y la lucidez de tu corazón. Alimenta tu alma con los buenos pensamientos y los sentimientos santos provocados por esa palabra o esa frase. No trates de disipar ese estado bendecido. ¡Mantenlo hasta que desaparezca solo! Es una señal de que el espíritu de la oración ha obrado en ti. Y, al mismo tiempo, es el medio más eficiente para la pervivencia de ese espíritu en tu corazón.

(Traducido de: Sf. Teofan Zăvorâtul, Călăuzire către viața duhovnicească, editura Egumenița, p. 45)