Consejos para los jóvenes que quieren casarse
Que cultiven más y más la virtud del amor, para permanecer unidos para siempre, para que siempre esté con ellos el Tercero, nuestro Dulcísimo Jesús.
Padre, un muchacho que quiere casarse me pidió un consejo para empezar correctamente la vida conyugal...
—En primer lugar, que procure encontrar una buena chica, una que le descanse espiritualmente, porque a cada quien le da sosiego un carácter distinto al propio. Que no busque una muchacha opulenta y hermosa, sino una simple y humilde. Es decir, debe otorgarle más atención a la belleza interior que a la exterior. Cuando la chica es una persona segura y posee además el don de la valentía, sin tener más de lo que verdaderamente requiere el carácter femenino, esto ayuda mucho al hombre a encontrar comprensión en su pareja. Si la chica es también modesta y temerosa de Dios, podrán tomarse de la mano y atravesar juntos las tumultuosas aguas del mundo.
Si el joven piensa seriamente en casarse con la muchacha, es importante que se lo haga saber a los padres de ella, al principio quizás por medio de algún pariente, para después hablarlo personalmente con ellos, Posteriormente, si se comprometen —no es bueno que entre el compromiso y la boda pase mucho tiempo—, el chico debe tratar a la chica como si fuera su propia hermana, respetándola completamente. Si ambos se esfuerzan en esto, con grandeza de alma, guardando su castidad, al casarse, cuando el sacerdote les corone, recibirán una abundante Gracia por parte de Dios. Porque, como dice San Juan Crisóstomo, las coronas son el símbolo de la victoria sobre los placeres.
Luego, que cultiven más y más la virtud del amor, para permanecer unidos para siempre, para que siempre esté con ellos el Tercero, nuestro Dulcísimo Jesús. Desde luego, al comienzo, hasta que armonicen la vida en común, puede que aparezcan algunas desaveniencias. Esto ocurre siempre que se empieza algo.
Hace unos días ví una cría de gorrión, que recién había salido del cascarón y “volaba” a saltitos, buscando su alimento. El pobre animalito no sabía cómo atrapar insectos, y le tomó más de una hora cazar una pequeña lombríz. Mientras observaba esa escena, me puse a pensar lo duro que es cada comienzo. El estudiante, al terminar la facultad, cuando recién empieza a trabajar, empieza también a enfrentar dificultades. Lo mismo ocurre con aquel que da sus primeros pasos en la vida monacal. En consecuencia, lo mismo ocurre con los jóvenes recién casados.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Viața de familie, Editura Evanghelismos, 2003, p. 37-38)