Palabras de espiritualidad

Conservando la paz interior y exterior

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Cuando te acostumbres a bacer todo en paz, fácilmente y sin mayor esfuerzo llegarás a sosegarte interiormente, porque, como dicen los Santos Padres, el hombre interior se asemeja al exterior.

Si la aguja del reloj se desajusta, las demás piezas del aparato también perderán su orden o se quedarán paradas. Lo mismo ocurre con el corazón del hombre, porque, al tratarse del órgano más delicado y que tiene relación con todos los demás componentes del cuerpo del hombre, si es perturbado o agitado, perturbará y enfermará a los demás órganos. La mente del hombre se parece también al capitán de un barco. Si la nave se queda sin quien la conduzca, perderá el rumbo. Esto es lo mismo que pasa con la mente del hombre, que tiene relación con el corazón: si se agita, también lo harán los órganos del cuerpo, llevándolos a perder el buen camino. Es por eso que los más experimentados en la lucha con la mente y el corazón se esmeran con denuedo en sosegar su corazón, cada vez que sienten que se avecina cualquier turbación interior. Los Santos Padres nos enseñan que sólo entonces podremos orar bien, cuando logremos trabajar en paz y mantener nuestro corazón sin perturbaciones y lleno de serenidad. Cuando hagamos algo, que sea en paz, sin forzarnos; que todo nuestro esfuerzo en esta vida consista en sosegar nuestro corazón e impedir que se turbe.

Obteniendo esa paz, haremos todo serenamente, con mansedumbre, como nos enseña la Santa Escritura, al decir: “Hijo mío, lleva tus asuntos con paciencia” (Eclesiástico 3, 17), para hacerte digno de la bienaventuranza de los mansos, quienes “heredarán la tierra” (Mateo 5, 5). San Nicodemo el Hagiorita, gran maestro de la paz y de la oración en misterio, nos dice lo siguiente: “En primer lugar, hermano, debes tener paz y rubor en tus cinco sentidos. No debes ver, oír, o moverte si no es en paz y en orden. Cuando te acostumbres a bacer todo en paz, fácilmente y sin mayor esfuerzo llegarás a sosegarte interiormente, porque, como dicen los Santos Padres, el hombre interior se asemeja al exterior”.

Debemos procurar estar en paz con todos, al menos en lo que dependa de nosotros, como dice el Santo Apóstol Pablo: “En cuanto de vosotros depende, haced todo lo posible para vivir en paz con todo el mundo” (Romanos 12, 18). Si cuidamos nuestra conciencia, de manera que no tenga nada de qué acusarnos, excluyendo la posibilidad de que alguna vez nos señale de haber vulnerado los mandamientos de Dios, esa diligencia nos dará la paz del corazón, porque, como dice el salmista, “Mucha es la paz de los que aman tu ley, no hay tropiezo para ellos” (Salmos 118, 165). En tiempos de gran turbación, tanto desde el exterior como del interior, el mejor medio para tranquilizar nuestro corazón es acudir a la oración y a la lectura de las divinas Escrituras, porque son dos virtudes que pueden concentrar nuestra mente y serenarnos el corazón.

(Traducido de: Arhim. Cleopa Ilie, Urcuș spre Înviere, Editura Trinitas, Iași, 2007, p. 213)