Cristo apartó en Sí Mismo los tres obstáculos que se hallaban en nuestro camino a Dios
Una vez superadas estas barreras y distancias entre Dios y la humanidad, después de Su Ascensión al Cielo, Cristo Resucitado se hace más presente hoy que cuando se hallaba en este mundo, porque ahora está presente en todas partes.
Desde luego, la Divina Liturgia no se trata de la presencia más general de Dios, en Su acción creadora y providencial —de la cual ninguna criatura es privada—, sino de la misma presencia real y personal de Cristo Resucitado, junto con el Padre y el Espíritu Santo, la cual, con Su Encarnación, Sacrificio, Resurrección y Ascensión al Cielo apartó en Él los tres obstáculos que se hallaban en nuestro camino a Dios: la limitada naturaleza humana, el pecado y la muerte. Con esto, vino a realizar en Su Hipóstasis divina la unión máxima entre Dios y el hombre, superior a la unión meramente formal, según la acción o las energías, propia del vínculo de Dios con los hombres antes de la Encarnación del Verbo, y en la cual Dios se mantenía aún fuera de la humanidad.
Una vez superadas estas barreras y distancias entre Dios y la humanidad, después de Su Ascensión al Cielo, Cristo Resucitado se hace más presente hoy que cuando se hallaba en este mundo, porque ahora está presente en todas partes, pero no frente a nosotros, sino desde nuestro propio interior, por medio de las energías del Espíritu Santo que actúan en la Iglesia. Por eso, Su presencia y acción es ahora una obra personal en nosotros, pneumática, eclesial y litúrgicamente sacramental.
(Traducido de: Preotul Profesor Ioan Ică, Despre spovedanie și împărtășirea cu Sfintele Taine – Antologie alcătuită de Ieromonah Benedict Stancu, Editura Elena, p. 21-22)