Cristo debe ser siempre el centro de nuestros anhelos
Luchemos, hijo mío, para poder amar al Señor más que al mundo, muchísimo más que a nosotros mismos.
Hijo mío, esfuérzte en obtener lo más importante que hay en el cielo y la tierra, es decir, el amor de Dios. Los cánticos de la Iglesia y el Evangelio nos hablan una y otra vez de Cristo como el Novio de nuestra alma, y tú sabes, hijo mío, por el ejemplo de la vida terrenal, que lo único que el novio espera de su prometida es amor y pureza. El Señor no quiere ni nuestras riquezas, ni nuestros dones, mucho menos nuestros elogios provenientes de un corazón vacío. Suyos son el cielo y la tierra, toda la riqueza y toda la gloria. Lo que Él nos pide es solamente el amor y la verdad de nuestro corazón.
Cuida tu alma, para que en ningún momento desee algo más que no sea el Señor. Por eso es que no tenemos que amar a nuestra esposa, nuestros hijos, nuestros bienes, ni la gloria del mundo, más que a Dios Mismo. Dice Simeón el Nuevo Bogoslov que cada alma que, en vez de amar a Cristo, ama a cualquier otra cosa, sometiéndole su corazón, se vuelve desagradable y repulsiva para el Novio. Luchemos, hijo mío, para poder amar al Señor más que al mundo, muchísimo más que a nosotros mismos.
(Traducido de: Măria sa Neagoe Basarab - Însemnările monahiei Platonida, Doamna Despina a Ţării Româneşti, Editura Bonifaciu, 2012, p. 53)