Cristo experimentó todo el dolor de toda la humanidad
Acepta sufrir con tu Dios Crucificado, devuélvele los dones que Él espera de ti. ¡Y qué grande es tu deuda con Él! Odia el pecado y lucha con valentía contra todos Sus enemigos y contra todos los impulsos y arranques de tu voluntad.
Todo el dolor experimentado por todo hombre, desde Adán y hasta el fin de los tiempos, todo, absolutamente todo, lo sintió el Señor en Sí Mismo. Entonces, las ofensas, las tentaciones, los insultos, las cargas, las privaciones, los sacrificios y los tormentos de los hombres hicieron sufrir el alma de Jesús. De una forma aún más atroz que todo el dolor físico que hubo de soportar.
Todas las aflicciones, grandes y pequeñas, físicas y espirituales, experimentadas por todos los hombres a lo largo de su vida, desde el más leve dolor de cabeza, fueron conocidas por Él plenamente. El Nuevo Adán, el Padre espiritual de todos los hombres, sintió con fuerza todo eso en Su piadosísimo corazón.
Y no hay nadie ose hablar de los incontables y terribles sufrimientos que soportó al ver la angustia de Su Santísima Madre. Porque también ella sufrió todos los dolores de su Hijo y padeció con Él. Por este motivo, los dolores de Su Madre le causaron al Señor grandes heridas interiores, viendo ese dulce corazón ser atravesado por las saetas de fuego de su amor de Madre (...)
En otras palabras, amado hijo, si meditas detenidamente sobre las causas de ese sufrimiento, no encontrarás otra que: “Eran nuestros sufrimientos los que llevaba, nuestros dolores los que le pesaban” (Isaías 53, 4). Por eso, acepta sufrir con tu Dios Crucificado, devuélvele los dones que Él espera de ti. ¡Y qué grande es tu deuda con Él! Odia el pecado y lucha con valentía contra todos Sus enemigos y contra todos los impulsos y arranques de tu voluntad. Solamente así podrás despojarte del hombre viejo y vestirte con el hombre nuevo, ataviando tu alma con las virtudes del Evangelio.
(Traducido de: Nicodim Aghioritul, Războiul nevăzut, Editura Egumenița, Galați, p. 158)