Al que camina con dirección al sol, la sombra le sigue. En cambio, la sombra se retrae de aquel que camina en una dirección opuesta al sol, alejándose de él. Lo mismo ocurre con el hombre que se acerca a Dios, el Sol de la Justicia, y le obedece con amor y fe: el odio, la maldad y la hostilidad del mundo siempre lo seguirán. El mundo no ama la verdad de Dios, sino la falsedad de la ceguera del mal. Tal como Cristo, la Verdad Misma, fue injuriado y perseguido, así también el cristiano que busca la verdad es odiado y perseguido. “Los que quieran ser fieles a Dios en Cristo Jesús, tendrán que sufrir persecución” (II Timoteo 3, 12).

No obstante lo anterior, amado cristiano, no te entristezcas cuando el mundo te odie. Cristo es inefablemente más excelso y más bueno que el mundo entero, y Su amor es más dulce que todo lo que existe. Cuando Cristo te ama y se apiada de ti, ni el odio ni la maldad del mundo pueden perjudicarte. Solamente tienes que ser de Cristo. Cristo nunca abandona a los Suyos. ¡Cuánto soportó, cuánto sufrió por ti! ¿Acaso podría abandonarte cuando más lo necesitas? Escucha Su promesa, tan llena de consuelo, dirigida a cada uno de Sus siervos: “Me invocará, y Yo le responderé. Estaré con él en el peligro, lo defenderé y lo glorificaré” (Salmos 90, 15).

(Traducido de: Sfântul Ierarh Tihon din Zadonsk, Comoară duhovnicească din lume adunată, Editura Egumenița, Galați, 2008, p. 12)