Cristo, nuestro modelo a seguir
Cuando tengas que enfrentar las aflicciones, no des un sólo paso sin antes levantar tu mirada al Crucificado.
Cuando tengas que enfrentar las aflicciones, no des un sólo paso sin antes levantar tu mirada al Crucificado, nuestro Señor Jesucristo. En la Cruz verás escrito, con letras grandes, cómo debes comportarte cuando debas hacer frente a semejantes sufrimientos. Entonces, copia lo que leas ahí y escríbelo en tu vida, pero no con letras, sino con tus actos. Así, cuando sientas los embates del amor propio y de la auto-indulgencia, no les pongas atención y no desciendas de la cruz, desanimado; al contrario, corre a orar y sopórtalo todo con humildad, esforzándote en vencer tu propia voluntad y deseando furtemente que en tu vida se haga solamente la voluntad de Dios. Si tu oración alcanza tales frutos, alégrate. Si no llegas a este punto, tu alma se quedará vacía y hambrienta, sin haber gustado de su alimento esencial. Trabaja para que nada más que Dios habite en tu alma, ni siquiera por un instante. No te entristezcas y no te agobies por nada. No fijes tu mirada en las faltas de otros y en su mal ejemplo; sé, en todo caso, como un niño pequeño, quien, en su inocencia, no observa nada y evita todo, sin sufrir perjuicio alguno.
(Traducido de: Războiul nevăzut, Ediţia Sfântului Teofan Zăvorâtul, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 275-276)