¿Cuál es el cimiento de la casa de nuestra oración?
¿Qué clase de oración hacemos nosotros? ¿Un oración con lágrimas, una oración en la que nuestra mente se mantiene en su lugar? Entonces, es como una casa construida sobre piedras preciosas.
El Apóstol Pablo, elegido por nuestro Señor Jesucristo, les dice a los cristianos de Corinto: “Somos colaboradores de Dios y vosotros, campo de Dios”. Trabajemos el huerto. Él dice: “he puesto el cimiento, talvez otros vendrán y edificarán, pero estén atentos a cómo se construye”. Y agrega que podemos construir con oro, plata, piedras preciosas y, cuando sea necesario, con madera. Pero, en ningún caso, con heno o paja. Imagínense una casa hecha de heno. Sería incapaz de oponer resistencia al fuego o a los temblores. Lo mismo si la hacemos con paja. ¿Cómo podría resistir al viento y la lluvia? Y dice San Pablo que todo esto lo evidenciará Dios. ¿Con qué construimos nosotros? Que cada uno se lo pregunte: ¿qué ponemos en el cimiento de nuestra casa? ¿Piedras preciosas? Significa que es una casa valiosa. ¿Oro? Igual. ¿Roca? También, resistencia. ¿Qué más ponemos? ¿Cómo lo hacemos?
Veamos, ¿qué clase de oración hacemos nosotros? ¿Un oración con lágrimas, una oración en la que nuestra mente se mantiene en su lugar? Entonces, es como una casa construida sobre piedras preciosas. ¿Cómo practicamos la caridad? ¿Con toda el alma? ¿De todo corazón? Entonces es una casa hecha con oro ¿A quién no le convendría tener una casa así?
¿Cuál es la piedra más valiosa? Nuestra alma inmortal, esa misma que solemos descuidar. Si su obra, que ella misma ha construido, permanece y resiste, recibirá su recompensa. Si lo logramos, seremos retribuidos. Si no, no. Esto es lo que el Apóstol Pablo quiere decirnos.
(Traducido de: Preot Nicolae Tănase, Să nu-L răstignim iarăşi pe Hristos, Editura Agaton, Făgăraș, 2011, p. 58)