El hombre se halla en el más grave estado posible. “A veces ocurre”, decía San Tikón en su celda en Zadonsk, “que el hombre caiga en manos de los bandidos, quienes le desvisten y le golpean con crueldad. Lo mismo ha sufrido la humanidad desde la caída (de Adán) y la transgresión de Sus santos mandamientos: el hombre cayó en manos de los demonios, como en las de unos malhechores que vinieron a despojarle de sus santos vestidos, que fueron confeccionados por Dios, y a herirle terriblemente... Tan graves eran sus heridas, que nadie pudo y nadie puede sanarlas, Fue necesario que nuestro Creador Mismo viniera a Su criatura, herida por el enemigo, para sanar a aquel a quien nadie más podría sanar. Y vino como un hombre, al hombre herido y medio muerto...”.

Conozcamos nuestras heridas y llamemos a Cristo, para que venga y nos sane.

(Traducido de: Preasfinţitul Ieremia Zăvorâtul, Reţetar Duhovnicesc sau Doctorie duhovnicească adunată din lume, Editura Sophia, Bucureşti, 2013, p. 47)