El modo de tratar las enfermedades del alma (las pasiones) se diferencia considerablemente del tratamiento de las enfermedades del cuerpo.

En el caso de estas últimas, después del diagnóstico, lo que sigue es utilizar con atención y minuciosidad los remedios que alivian el dolor, como las compresas con agua caliente, etcétera.

Sin embargo, cuando se trata de las enfermedades del alma, el asunto es completamente distinto, porque no necesitan ser tratadas con delicadeza, mucho menos con vendajes o compresas calientes, sino que deben ser atacadas sin piedad; me atrevería a decir que hay que “crucificarlas”.

Lo importante, entonces, es hacer precisamente lo opuesto a lo que pide esa enfermedad.

¿Te ha brotado el odio contra tu hermano? Crucifica inmediatamente ese odio, por medio del amor

¿Te has enfermado de avaricia? Esfuérzate en ser generoso, cambia la envida por la amabilidad, el orgullo por la humildad más profunda y la codicia por el desinterés.

¿Te atormenta el espíritu de la enemistad? ¡Empieza a amar la paz y el afecto!

¿Te ataca la gula? Hazte devoto de la mesura y el ayuno.

El arte de sanar las enfermedades espirituales consiste en no dejarte obsesionar por ellas y en no consentirlas, sino en arrancarlas inmediatamente de raíz.

(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Viața mea în Hristos, Editura Sophia, p. 315)