La Gracia de Dios se aparta de nosotros por nuestras acciones y nuestra forma de vida. Puede volver en un momento dado, con nuestras oraciones fervientes, nuestra obediencia a la voluntad de Dios y nuestra humildad. Sin embargo, la clave de estas cosas es siempre nuestro amor.

Una vez, orando, les pregunté a los ángeles: “¿En dónde quiere Dios que esté yo?”. La respuesta categórica fue: “A dónde vas, qué haces, cómo vives, si ayudas o no a los otros, eso cuenta realmente muy poco. Sólo una cosa es importante: la calidad del amor que das a los demás sin hacer diferencias”.

¿Qué quiere decir con “calidad” y “cantidad”?

—La calidad es determinada por el amor que damos sin esperar recompensa alguna. En lo que respecta a la cantidad, el amor debe ser sin límites, hasta llegar al sacrificio de uno mismo. Porque el amor sin sacrificio no es un amor correspondiente con lo que Dios quiere. ¿Pero qué clase de sacrificio? ¡Justo ese que no es percibido como sacrificio! ¡En la misma medida! No es esa clase de cálculo que dice: “Sacrifiqué esto y lo otro… ¿y qué recibí a cambio?”. ¡Semejante actitud no es más que simple fariseísmo!

(Traducido de: Maica Gavrilia. Asceta iubirii, Editura Episcopiei Giurgiului, Giurgiu, 2014, pp. 298-299)