¿Cuáles son las características del alma humana?
¿Qué otra cosa más digna y excelsa podría existir, que ser partícipes, hipostáticamente, del parentesco con Dios? Dios nos otorgó bondades “que los mismos ángeles están deseando contemplar” (I Pedro 1, 12).
De acuerdo a las Escrituras, la más importante de las cualidades del alma es su semejanza con el Ser Divino. Esta confianza en que el ser humano fue creado “a imagen y semejanza de Dios”, es la más alta dignidad que pudiera habérsele otorgado a una criatura de Dios. En ningún otro momento de la Creación mostró Dios tanto Su alegría, como al crear al hombre; éste, paradójicamente, no fue creado según una orden, como el resto de las criaturas, para las cuales “Él lo dijo, y todo fue hecho” (Salmos 32, 9); y tampoco la morada del hombre fue hecha mediante una orden, ya que “El Señor Dios plantó un jardín en Edén, al oriente” (Génesis 2, 8).
Así pues, la característica definitiva del alma humana, el “hálito” divino, es la semejanza con su Creador. Esto significa que el alma es capaz de recibir las cualidades divinas. Esto es exctamente lo que nos confía Dios-Verbo con Su Encarnación, llamándonos “amigos” y “hermanos”, legatarios de Su Padre y co-herederos con Él. ¿Qué otra cosa más digna y excelsa podría existir, que ser partícipes, hipostáticamente, del parentesco con Dios? Dios nos otorgó bondades “que los mismos ángeles están deseando contemplar” (I Pedro 1, 12).
En consonancia con la doctrina de Dios, nuestros Padres afirman que los poderes del alma son cuatro. El equilibrio, la templanza, la valentía y la justicia. Estos se mueven en las tres partes del alma: la parte racional, la parte irascible y la parte de los apetitos. La labor del equilibrio es la de controlar la parte irascible, la de la templanza o de la sabiduría es mover la parte racional hacia la lucidez y el buen juicio, en tanto que la función de la justicia es accionar la parte de los apetitos hacia la virtud y hacia Dios, y la de la valentía es ordenar los cinco sentidos en pos del movimiento racional.
(Traducido de. Gheronda Iosif Vatopedinul, Dialoguri la Athos, Editura Doxologia, p. 19-20)