Palabras de espiritualidad

Cualquier trabajo se vuelve más sencillo, si mantenemos el corazón dirigido a Dios

  • Foto: Magda Buftea

    Foto: Magda Buftea

“Ningún trabajo degrada el valor del hombre. Solamente el pecado puede hacer que se desmorone nuestra vida espiritual”.

Cuando yo apenas era un novicio en el Monte Athos, un día, un monje me dijo estas extraordinarias palabras sobre la humildad: “Ningún trabajo degrada el valor del hombre. Solamente el pecado puede hacer que se desmorone nuestra vida espiritual”. Los trabajos y ocupaciones que no tienen el riesgo de convertirse en pasiones son los más adecuados para la vida espiritual. Si soy cocinero, preparo los alimentos orando por aquellos a quienes ama Dios. Cualquier pasión queda excluida con esta actividad. Al mismo tiempo, dicha clase de trabajo es de gran valor, porque me ayuda a servirles a aquellos a quienes ama Cristo. Es muy sencillo vivir con esta actitud.

¿Quién será el primero? Dice el Señor: “Buscad primero el Reino, y lo demás se os dará por añadidura”. Este tendría que ser nuestro principio fundamental, sabiendo que la vida material es algo que se nos impone sin tregua. En verdad, la vida terrenal tiene distintos propósitos, y ya nadie tiene tiempo para orar. Cuando nuestra mente, nuestro corazón se dirige a Dios, todo se hace fácil. Si le falta este impulso hacia Dios, la vida pierde su sentido.

En el Monasterio de San Pantaleón llegué a tener catorce trabajos de obediencia al mismo tiempo. Recuerdo que lo hablé con mi padre espiritual: “No consigo llevar a cabo todas mis responsabilidades, padre… ¡tengo catorce tareas de obediencia asignadas!”. Y él me respondió: “Te equivocas, hermano. ¡Una sola es tu tarea de obediencia!”. “¡Claro que tengo razón, padre! ¡Tengo catorce tareas asignadas!”. “No, no”, insistió él, “tú no haces sino una sola cosa a la vez. Así pues, hazla bien, y después pasa a la siguiente…”.

(Traducido de: Arhimandritul SofronieDin viață și din Duh, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2014, pp. 51-52)