El alma se fortalece con el cumplimiento de los mandamientos, sobre todo porque en esta tarea le ayuda la Gracia. Al practicar la caridad, tu alma se emblandece, evitando el riesgo de petrificarse. Encomiando a los otros, te libras del orgullo, etc. Esto sucede especialmente cuando haces el bien, pero no para ser observado y elogiado por los demás. Sólo en este caso puedes escapar del vicio de la soberbia. Al cumplir con los mandamientos demuestras, entonces, tu deseo de amar a Cristo o el comienzo, de hecho, de Su amor y tu crecimiento en él. De lo contrario, el anhelo de Cristo no es sino una palabra vacía. Y de esto puede jactarse cualquiera.

(Părintele Dumitru Stăniloae, nota 716 la Isaac Sirul, Cuvinte despre nevoință, în Filocalia IX, Editura Humanitas, Bucureşti, 2008, p. 441)