Cuando el Espíritu Santo escribe en el libro de la mente y el corazón…
La obediencia es una virtud que, en muy poco tiempo, lleva a la santidad a quien la practica.
¿En qué consiste la virtud monacal de la obediencia? Es reconocer el hecho de que la razón humana está viciada, y rechazarla con la “locura” de la fe. De la fe viene la obediencia; de la obediencia, la humildad; de la humildad, el entendimiento espiritual, y este es ya la fe verdadera. La obediencia monacal floreció cuando abundaban los padres espirituales. Cuando estos empezaron a escasear, la obediencia también empezó a languidecer. La obediencia es una virtud que, en muy poco tiempo, lleva a la santidad a quien la practica. La fe que constituye la esencia de este trabajo ascético, requiere que su objeto sea cierto y espiritual: entonces nos lleva a Dios.
La fe en el hombre lleva al fanatismo más absurdo. Aferrarse a la letra escrita de los textos de los Santos Padres nos lleva a nuestro objetivo de una forma mucho más lenta e imperfecta; es un camino lleno de obstáculos. El texto escrito sobre un papel jamás podrá reemplazar al libro vivo, el hombre. ¡Y qué libro tan maravilloso conforman la mente y el corazón en los que ha escrito el mismísimo Espíritu Santo! De ese libro mana la vida, una vida que se participa a aquellos que lo escuchan con fe. Con todo, los textos escritos de los Santos Padres se convirtieron en la única guía para alcanzar la salvación, cuando los auténticos padres espirituales empezaron a desaparecer. Así, tenemos que reconocer que quien se someta a esta guía avanzará a la salvación, en tanto que aquel que se deje conducir por su propio saber y entender, o por los dictados de algunos de tantos falsos profetas, seguramente se perderá.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, De la întristarea inimii la mângâierea lui Dumnezeu, Editura Sophia, 2012, pp. 171-172)