Cuando el fin de año acentúa nuestra tristeza
Si algunos de nosotros sentimos que tenemos cierta predisposición a atravesar esos momentos de depresión, he aquí algunos consejos para este período de fiestas.
Es posible que este período de alegría, de un maravilloso encuentro con nuestros familiares, y de todas las profundas experiencias relacionadas con la Natividad del Señor, simplemente no exista para algunos de nosotros. Es la depresión de los que se hallan hundidos sin encontrar una salida, de los que ven el suicidio como una liberación, y de aquellos que quisieran morir cada vez que viene la noche. Todos ellos necesitan amor, comprensión y ayuda. Pero, ante todo, necesitan acercarse a la Confesión y recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, además de nuestras oraciones e incluso medicamentos prescritos por algún especialista.
Sí, existe un demonio de la tristeza
La palabra “depresión” no aparece como tal en la Biblia, pero seguramente ese estado se halla descrito muchas veces, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. El profeta David llora, en el Salmo 88, versículos 3-6: “Mi vida está llena de desgracias y estoy al borde del infierno; ya me cuentan entre los moribundos, soy un hombre acabado; me han recluido entre los muertos, como los que cayeron y yacen en la tumba, de los que no te acuerdas más, que están dejados de tu mano. Me han puesto en lo más hondo de la fosa, en la profundidad y en las tinieblas del abismo”. Los Santos Padres, de igual forma, toman seriamente esta realidad y utilizan el término “tristeza”, demostrando que existe un demonio para tal estado.
Evagrio Póntico dice. “Todos los demonios hacen que el alma sienta amor por los placeres; solamente al demonio de la tristeza no le agrada hacer esto, porque él mata los pensamientos de aquellos que han empezado con esta forma de vida, cercenando y secando con la congoja cualquier placer del alma, porque es cierto que hasta los huesos del triste terminan secándose. Si dicho demonio ataca a un monje con mesura, hace que este alcance cierta experiencia, porque lo lleva a no acercarse más a cualquier cosa de las que hay en el mundo y a alejarse de todo lo que le agrade. Pero, si se afana más, le incitará pensamientos que le aconsejarán (al monje) quitarse la vida, o lo obligará a huir lejos del lugar en donde se encuentra”. Esto fue lo que sufrió el justo Job, siendo acosado por este demonio: “Ojalá pudiera quitarme la vida. O rogarle a otro que me lo hiciera”. Sobre este mismo demonio habló Pablo, refiriéndose a los que cometían iniquidades en Corinto. Por eso es que su recomendación para quienes querían reprenderlos fue: “Es mejor que le perdonéis y le animéis, no sea que se vea ése hundido en una excesiva tristeza”.
Es normal llorar y expresar nuestros sentimientos
Si algunos de nosotros sentimos que tenemos cierta predisposición a atravesar esos momentos de depresión, he aquí algunos consejos para este período de fiestas:
Preparémonos. Esos estados negativos pueden atacar inesperadamente. Por eso, lo más juicioso es prepararse con anticipación para enfrentarlos, enfocándonos en los momentos que nos hacen más vulnerables (como la Noche Buena o la Nochevieja). Para esto necesitaremos hacernos un plan “de fin de año”.
Aceptemos. La dificultad de este período puede verse acentuada por el recuerdo de los que ya no están. Si recientemente hemos perdido a algún ser querido, o hemos atravesado alguna separación, lo mejor es aceptar que en algún momento nos sentiremos tristes. Es normal llorar y expresar nuestros sentimientos. No es posible “programar” nuestra felicidad especialmente para estos días festivos. Por eso, no debemos sentirnos culpables si nuestro único propósito para estas fechas es “superarlas de la mejor manera posible”.
Socialicemos. No nos aislemos. La inseguridad y las dudas pueden tentarnos a buscar la soledad, pero es bueno forzarnos a salir, aunque sea brevemente. Asistamos a la iglesia o alistémonos en cualquier actividad de voluntariado. Ayudar a los demás es también una forma de levantarnos la moral.
Bajemos el nivel de nuestras expectativas. Las películas y las canciones propias de este período nos presentan —la mayoría de las veces— una imagen completamente irreal de las fiestas de fin de año. Intentemos eliminarlas de nuestra vida, reeemplazándolas con villancicos que nos hablen del verdadero sentido de estas fiestas. De igual manera, si los ornamentos de la temporada nos traen recuerdos dolorosos, dejémoslos en su caja, al menos por este año. Evitemos todo aquello que nos empuje a la nostalgia, como los centros comerciales y lugares parecidos.
No nos “anestesiemos” el dolor con alcohol u otras sustancias que podrían hacernos sentir “bien”. Está claro que todo eso nos predispone con más fuerza a la depresión y la ansiedad, una vez se disipa su efecto. Además, consumiéndolas, podemos llegar a hacer cosas de las que más tarde podríamos arrepentirnos.
Cuidémonos. Cuidemos nuestra salud, consumiento alimentos sanos que nos llenen de vitalidad. La comida “rápida” y las golosinas contribuyen a deprimirnos más, porque traen “motivos adicionales”. Por otra parte, el ejercicio es algo muy bueno; por eso, procuremos hacer —al menos— algunas flexiones con la ventana abierta, para oxigenar la sangre y reducir el estrés, en caso de que no podamos salir a caminar un rato por los alrededores.
Estrategias de supervivencia:
Mantengamos a mano el número de teléfono de nuestro padre espiritual, de nuestro consejero, o el de algún amigo. Compromentámonos a llamarlos si los pensamientos negativos toman una intensidad difícil de soportar.
Pongamos límites. Expliquémoles a nuestros parientes y amigos lo que podremos y lo que no podremos hacer este año. No dejemos que la culpabilidad nos lleve a comprometernos a algo que luego no seremos capaces de gestionar. Es posible que quienes no han sufrido una pérdida mayor no entiendan nuestra tristeza y pesadumbre en estas fechas. Por otra parte, si la pérdida que vivimos no es tan evidente, es bueno explicarles a los demás el sufrimiento que estamos viviendo.
Seamos creativos. Hagamos algo completamente distinto este año. Visitemos a algún amigo que vive lejos, hagamos alguna excursión... Encontremos a alguien que esté pasando por lo mismo, para compartir con él o ella este período de fin de año.