Palabras de espiritualidad

Cuando el hombre hace un ídolo de sí mismo

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Aquel que se ama a sí mismo, alimenta un amor excesivo por su propia persona, a la cual termina idolatrando.

De acuerdo con San Máximo el Confesor, la pasión de la cual brotan todas las demás es el amor a uno mismo. Aquel que se ama a sí mismo, alimenta un amor excesivo por su propia persona, a la cual termina idolatrando. Cuando nuestra atención se aparta de Dios, del pensamiento de unirnos con Él y de hacer Su voluntad, se vuelve hacia uno mismo, deseando satisfacer cualquier pensamiento de pecado: “Cuídate de la madre de todos los males, que es el amor a uno mismo, es decir, el amor irracional al propio cuerpo”, nos advierte San Máximo, “porque de él provienen, como es fácil advertir, los tres principales pensamientos viciosos, que son también los más generales: la gula del vientre, la codicia y la vanagloria, de donde brota la lista entera de todas las pasiones”.

En otro lugar, describiéndonos las terribles consecuencias del amor propio, el mismo Santo llama a esta madre con muchas hijas: “mucha comida y comer con placer”, que son el “germen de la disipación”, al igual que “la codicia y la vanagloria”, que son las “causas del odio al prójimo”. Y su madre, “el amor carnal a uno mismo, es la causa de ambas”.

(Traducido de: Mitropolitul Hierotheos VlachosPsihoterapia ortodoxă: știința sfinților părinți, traducere de Irina Luminița Niculescu, Editura Învierea, Arhiepiscopia Timișoarei, 1998, pp. 291-292)