Cuando el hombre no tiene fuerzas ni para luchar contra el mal
La acedia es favorecida por el abandono del canon de oraciones y lecturas ortodoxas de provecho para el alma, prefiriendo aferrarnos a las cosas terrenales y pasajeras; y esto, inexorablemente, nos hace olvidar los mandamientos de Cristo.
El pecado de la acedia se manifiesta por un sentimiento de dolor y tristeza con desesperación. Si no nos entregamos totalmente a la Providencia Divina, las circunstancias que nos rodean podrían arrojarnos a la acedia, y esta lleva a la desesperanza, algunas veces hasta el deseo de morir. La acedia es favorecida por el abandono del canon de oraciones y lecturas ortodoxas de provecho para el alma, prefiriendo aferrarnos a las cosas terrenales y pasajeras; y esto, inexorablemente, nos hace olvidar los mandamientos de Cristo.
Las ensoñaciones inútiles, el ocio, las alegrías terrenales —después de las cuales los hombres sienten un gran vacío interior—, todo eso lleva al pecado de la acedia. El hombre que ha caído en este pecado no tiene fuerzas para nada, ni siquiera para luchar contra el mal. En una atmósfera lúgubre y oscura, florecen abundantemente la agresividad, los miedos, la envidia y muchas otras manifestaciones del pecado. (Obispo Inocente de Jersón)
(Traducido de: Akedia, fața duhovnicească a deprimării – Cauze și remedii, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia Cartea Ortodoxă, București, 2010, p. 77)