Cuando el hombre ve a sus semejantes como simples objetos…
Cuando toda la atención del hombre está dirigida a lo material, es lógico que este se termine convirtiendo en una cosa, una herramienta, que no vale más que el beneficio que produce.
El amor a mandar es un espíritu de maldad que pervierte el trato con nuestros semejantes, despreciándolos y transformándolos en simples herramientas y medios para obtener un provecho; en otras palabras, degrada el valor del hombre, poniéndolo al mismo nivel que las cosas u objetos.
La verdadera relación de subordinación entre semejantes no busca un interés ni obtener un provecho, sino que es servicial, siguiendo el ejemplo y las palabras del Señor: “Si alguno de vosotros quiere ser grande, que sea vuestro servidor” (Mateo 20, 26); y el servicio al prójimo es un mandamiento evangélico, además de constituir una actividad muy honrosa: es servir a Dios Mismo.
Del mismo modo, ese amor a mandar está relacionado con la preocupación excesiva por cosas terrenales. Ciertamente, cuando toda la atención del hombre está dirigida a lo material, es lógico que este se termine convirtiendo en una cosa, una herramienta, que no vale más que el beneficio que produce.
(Traducido de: Ieromonahul Petroniu Tănase, Chemarea Sfintei Ortodoxii, Editura Bizantină, București, 2006, p. 69)