Cuando el maligno nos induce a pecar contra la verdad
El pecado de la envidia no puede ser extinguido sino con el fuego del amor al prójimo, con la misericordia, el perdón y la humildad, porque todo esto avergüenza al perverso demonio de la envidia.
¿Qué otra cosa es la envidia, hermanos cristianos, sino pecar contra la verdad? Este pecado fue cometido primero por el demonio en el Cielo. Sintió envidia de Dios y se preguntó por qué Dios tenía que ser más grande que él, y por qué él mismo no podía ser como Dios. Ulteriormente, al ser expulsado del Cielo, sintió envidia de todos los hombres, desde Adán y Eva, de todos nuestros ancestros, y, con el propósito de hacernos quebrantar los mandamientos de Dios, sembró la envidia en el corazón de Caín, aconsejándole que matara a su hermano. Así fue como ocurrió la primera muerte en el mundo.
El pecado de la envidia no puede ser extinguido sino con el fuego del amor al prójimo, con la misericordia, el perdón y la humildad, porque todo esto avergüenza al perverso demonio de la envidia. ¡Armémonos contra la envidia, utilizando las virtudes que nos recomienda la Santa Escritura! El pecado de la envidia es el peor de todos, porque de él brotan otros cinco grandes pecados: el odio contra nuestro prójimo, la injuria, el hábito de juzgar a los demás, y sentir alegría por las tribulaciones del otro, o tristeza cuando algo le sale bien.
(Traducido de: Ierodiaconul Visarion Iugulescu, Lumină pentru candela din suflet, Editura Business Print, 2011, p. 297)