Cuando el sacerdote...
Con el don que Dios le ha otorgado, con la sabiduría que Él le ha concedido, con humildad, con la Gracia recibida en la ordenación, todo esto se junta en su corazón, y él se humilla y ora con piedad por su pueblo, hablándole a Cristo a través de la Cruz y del ícono.
Cuando el sacerdote obra de acuerdo a sus propias fuerzas —porque nadie es perfecto, porque también los santos son perfectos sólo en la medida de las fuerzas que Dios les da—, con el don que Dios le ha otorgado, con la sabiduría que Él le ha concedido, con humildad —porque sin esta nada se puede hacer—, con la Gracia recibida en la ordenación, todo esto se junta en su corazón, y él se humilla y ora con piedad por su pueblo, hablándole a Cristo a través de la Cruz y del ícono, entonces el Señor viene y actúa de la forma que Él sabe hacerlo. Entonces ni él mismo sabe si sana o no sana a alguien, si puede o no, porque se persigna y se inclina, y ni siquiera el pueblo sabe de dónde viene ese don, ni el sacerdote de dónde le vienen las palabras.
(Traducido de: Mi-e dor de Cer, Viața părintelui Ioanichie Bălan, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2010, p. 369)