Cuando empezamos a dudar de Gracia de Dios…
Ten cuidado, hermano, y no permitas que entre en ti la semilla de la incredulidad y el amor al pecado, para no caer en ese abismo.
“Quien blasfeme contra el Espíritu Santo jamás será perdonado”. ¿Es difícil caer en un pecado tan terrible como este? De ninguna manera. Aquí hay una lista de los pecados de este tipo: “La confianza exagerada y desmedida en la Gracia; la desesperanza o la desconfianza en la misericordia de Dios; la oposición a la Verdad incontestable, y la renuncia a la fe cristiana ortodoxa. Hay quienes agregan a esta lista la envidia por los dones espirituales que nuestro semejante recibe de Dios; el empecinamiento en el pecado y hacer de la maldad un hábito; el descuido de la contrición hasta el final de esta vida”.
¡Cuántos caminos que llevan al mismo pecado! Si te adentras en cualquiera de ellos, después te resultará muy difícil volver atrás, y pronto te hallarás al borde del abismo. La oposición a la Verdad empieza con dudas simples, insignificantes, engendradas con una palabra o al leer un texto equivocado. Si no estás atento a esas dudas y no las sanas, te terminarán llevando al descreimiento y la obcecación de la incredulidad. A la desesperanza se llega por medio de la indolencia. “Me arrepentiré”, piensa el hombre, y sigue pecando. Y se repite aquellas palabras una y otra vez. Entonces, al ver que la contrición no nace en su corazón, se dice a sí mismo: “Así soy yo, no puedo refrenarme”, y se abandona completamente al pecado. Y empieza a acumular falta tras falta, oponiéndose cada vez más a los llamados de la Gracia. Cuando, en un momento lúcido, el hombre siente la necesidad de enmendarse, lo profundo de sus pecados le abruma y la animadversión a la Gracia le arrebata el impulso de volver al Señor. En este punto, el hombre decide: “Mi pecado es demasiado grande y no podrá ser perdonado”. ¡He aquí la desesperanza! Ten cuidado, hermano, y no permitas que entre en ti la semilla de la incredulidad y el amor al pecado, para no caer en ese abismo.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Tâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, Editura Sophia, București, pp. 149-150)