Cuando enciendo un poco de incienso, le estoy presentando una pequeña ofrenda al Señor
"¡Te agradezco por el perdón que me das, a pesar de ser incontables mis faltas! ¡Te agradezco también por Tu misericordia, aunque el mundo y yo estemos llenos de ingratitud hacia Ti!”
¿Para qué utilizamos el incienso, padre?
—Para glorificar a Dios. Lo alabamos y le presentamos nuestra gratitud por las inmensas bondades que nos provee a todos. El incienso es también como una ofrenda, un sacrificio. Y, después de presentárselo a Dios, incensando los íconos, incensamos los íconos “vivos” de Dios: las personas.
Pongamos nuestro corazón en todo lo que hagamos para Dios, sea al pedirle algo, o al agradecerle por lo que nos ha enviado. Al encender una candela, debemos decir: “Dios mío, te pido con todo el corazón que cumplas con esta petición que te hago”. Y, con el incienso: “Te agradezco, Dios mío, con todo el corazón, por todos tus dones. ¡Te agradezco por el perdón que me das, a pesar de ser incontables mis faltas! ¡Te agradezco también por Tu misericordia, aunque el mundo y yo estemos llenos de ingratitud hacia Ti!”.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești, vol.2: Trezire duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Ed. a 2-a, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 162-163)