Cuando exageramos las manifestaciones de nuestra devoción…
Aunque algunos ascetas, gracias a la fuerza de su esperanza en Dios y su inmutable amor a Él, pudieron, con la ayuda de la Gracia, asumir esfuerzos y sacrificios muy grandes —lo cual no suele ser muy común—, no es reconocido por los Santos Padres, como un mandato o una ley de cumplimiento obligatorio, que cada cristiano deba asumir tales cargas.
En lo que respecta a la práctica de las virtudes, te recomiendo que evites a toda costa aquello que se sitúe en cualquiera de los dos extremos: o demasiado, o muy poco. Busca siempre el camino del medio, para poder hacer todo en su momento y en la medida adecuada. En este caso, ¿qué significa demasiado? Ayunos y vigilias que duren mucho tiempo, andar desnudo o arrastrando cadenas, o cualquier otra cosa que quieras practicar, a sabiendas de que supera en mucho tus propias fuerzas. Por otra parte, el camino del justo medio significa comer cada día —eso sí, sin llegar a la saciedad—, dormir lo necesario, y trabajar y hacer todo siguiendo las disposiciones de la Iglesia y de la vida monástica. Acuérdate de aquellas palabras de uno de nuestros Santos Padres: “Lo que se hace con desmesura proviene de los demonios”. Aunque algunos ascetas, gracias a la fuerza de su esperanza en Dios y su inmutable amor a Él, pudieron, con la ayuda de la Gracia, asumir esfuerzos y sacrificios muy grandes —lo cual no suele ser muy común—, no es reconocido por los Santos Padres, como un mandato o una ley de cumplimiento obligatorio, que cada cristiano deba asumir tales cargas, porque se trata de una labor que no está exenta de peligros y perjuicios. Hay una sola cosa que, aun practicada con exageración, Dios ama enormemente: hacer el bien a quienes nos hacen el mal, bendecir a quienes nos maldicen y nos difaman, amar a cada persona como a nosotros mismos —o incluso más, tal como Cristo nos amó a nosotros—, alegrarnos con los que se alegran y llorar con los que lloran, agradecer siempre por todo, orar sin cesar, y amarlo a Él con toda el alma y todo el corazón.
(Traducido de: Patericul Lavrei Sfântului Sava, Editura Egumenița, 2010, pp. 95-96)