Palabras de espiritualidad

Cuando no te importa el qué dirán, adquieres el valor de dar testimonio de Cristo

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

A la samaritana —quien seguramente no era bien vista en aquella ciudad— había dejado de importarle lo que dijera el mundo: incluso entre los suyos (en donde habría de serle más difícil, como a Cristo) se apresura a enaltecer al Señor, a servirle y pregonar.

La nobleza de la mujer cananea se hace evidente en su fe, valentía, perseverancia, dignidad e inteligencia. La de la samaritana, en su forma de ceder, sin ambages y con entusiasmo, después de haberse opuesto con todas las fuerzas de su mente. Ella, al serle revelada la verdad, la reconoce y asume todas sus consecuencias sin parpadear. Sin demoras, sin dudas, sin miedo.

Inmediatamente parte a anunciar al Mesías, a proclamar Su presencia, a avisarle a todos lo que está sucediendo, de qué indescriptible honor se han hecho dignos y la inverosímil felicidad de la que han sido llamados a tomar parte. Así como lo quiere también Cristo: a quien llama, Él lo quiere inmediatamente Suyo, dejando todo lo demás atrás, sin excusas, sin consideraciones, sin ningún otro compromiso. La hacienda, los negocios, casarse, enterrar a alguien... ¡Fruslerías! A la samaritana —quien seguramente no era bien vista en aquella ciudad— había dejado de importarle lo que dijera el mundo: incluso entre los suyos (en donde habría de serle más difícil, como a Cristo) se apresura a enaltecer al Señor, a servirle y pregonar.

(Traducido de: Nicolae SteinhardtDăruind vei dobândi, Editura Dacia, 1997, p. 45)