Cuando nuestra alma necesita una carga de energía…
Cuando conduzcas, repite siempre la “Oración de Jesús”: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. Si empiezas a hacerlo desde temprano, verás cómo tu alma se va “cargando” poco a poco.
No hace mucho tiempo, tuve la oportunidad de conversar con un piloto de transporte pesado. Desconocedor de muchas cosas de la Iglesia, aquel hombre era, como bien podría decirse, “una materia prima en bruto”, porque, como él mismo reconoció, no sabía ni qué era la oración ni la Liturgia.
—Veamos. Si enciendes, al mismo tiempo, todos los dispositivos de un automóvil, el acumulador no resistirá más de cinco o seis horas. Por eso fue que inventaron el alternador. Así, cuando encendemos el motor del vehículo, el acumulador empieza a cargarse de energía. Por eso es que un acumulador normal puede funcionar sin problemas unos cuatro años. Aunque veces será necesario ponerlo a cargar unas diez o doce horas seguidas. Lo mismo hacemos nosotros, los cristianos, cuando asistimos a la iglesia: venimos a “cargar” nuestras almas con energía, como si cada una de ellas fuera un “acumulador” espiritual. La Gracia de Dios nos cubre. También, durante el resto del día, cuando oramos y practicamos las virtudes, estamos “cargando” nuestra alma. […]
Después le hablé del poder de la oración de la Iglesia de obrar milagros. Y él me dijo:
—¡Ahora entiendo todo!
—Cuando conduzcas, repite siempre la “Oración de Jesús”: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. Si empiezas a hacerlo desde temprano, verás cómo tu alma se va “cargando” poco a poco. Y serás capaz de trabajar todo el día sin sentirte tan agitado, cansado o malhumorado.
Para cada persona, asistir a la Divina Liturgia es algo valiosísimo, especialmente los domingos y los días festivos.
(Traducido de: Îndrumar creștin pentru vremurile de azi: convorbiri cu Părintele Ambrozie (Iurasov), vol. 2, Editura Sophia, 2009, pp. 111-112)