Cuando oramos por alguien, le transmitimos amor, cuidado y coraje
Una persona puede transmitirse a otra, en espíritu y por medio de la oración; puede accionar benéficamente sobre otra, hacerla estar más atenta, darle valor si ha perdido la esperanza, hacerla vencer algún vicio y exhortarla a hacer algo santo: “Piadosísimo Señor, que se haga Tu voluntad, porque Tú quieres que todos se salven y puedan entender la verdad. ¡Ten piedad, pues, y salva a Tu siervo (nombre), recibe este deseo mío como un grito de amor ordenado por Ti!”.
Para explicar por qué los cristianos oran unos por otros y por qué piden las oraciones de los demás, debemos recordar que Jesucristo le dijo a Pedro: “Pero Yo he orado por ti para que no pierdas la fe” (Lucas 22, 32). Cuando el Santo Apóstol Pedro estaba encarcelado, los fieles oraban por su liberación. El Señor dice: “Confiesen sus pecados unos a otros y oren los unos por los otros, para que sanen, porque mucho puede la oración del justo” (Santiago 5, 16).
¡Tal es el misterio de la oración! El trabajo conjunto, para que el débil de mente obtenga un pensamiento más vivaz, para que el perezoso se despierte en un afán vivificador...Un espíritu puede transmitirse a otro, por medio de la oración; puede accionar benéficamente sobre otro, hacerlo estar más atento, darle valor si ha perdido la esperanza, hacerlo vencer algún vicio y exhortarlo a hacer algo santo. Así, ayudándose uno a otro, ambos se hacen más piadosos, más perseverantes y más agradables a Dios. ¡Así es como debemos orar por nuestro semejante!
En lo que se refiere a la forma de orar por nuestro prójimo, debemos tomar en cuenta que el poder de esta oración consta en una sincera comunión cristiana de los problemas del otro y en esa misma medida influye en su alma. Por eso, cuando nos recordemos de nuestro semejante, elevemos los ojos de nuestra mente a Dios y oremos de esta forma: “Piadosísimo Señor, que se haga Tu voluntad, porque Tú quieres que todos se salven y puedan entender la verdad. ¡Ten piedad, pues, y salva a Tu siervo (nombre), recibe este deseo mío como un grito de amor ordenado por Ti!”.
(Traducido de: Părintele Arsenie Boca, Lupta duhovniceasca cu lumea, trupul şi diavolul, ediție revizuită, Editura Agaton, Făgăraș, 2009, pp. 84-85)