Cuando sale el amor, entra el temor
Una vez el mandamiento de Dios es quebrantado, el amor huye; como un pájaro, vuela del corazón del hombre que ha infringido el mandamiento divino, y su sitio viene a ser ocupado por el temor.
Si, como criaturas formadas de la arcilla, observamos todas las dimensiones de esta vida, seremos conscientes de cuán acertada es esta frase: “el verdadero amor aleja el temor”. Cuando el amor está presente, el temor no tiene lugar. Cuando falta el amor, lo que reina es el temor.
¿De dónde proviene el temor? De la falta de amor. Y el amor, ¿de qué está constituido? Dejemos que sea el Apóstol quien responda: “Si alguno peca, tenemos junto al Padre un defensor, Jesucristo, el justo. Él se ofrece en expiación por nuestros pecados; y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo. Sabemos que le conocemos en que guardamos sus mandamientos” (I Juan 2, 1-3).
Una vez el mandamiento de Dios es quebrantado, el amor huye; como un pájaro, vuela del corazón del hombre que ha infringido el mandamiento divino, y su sitio viene a ser ocupado por el temor. El temor no es ajeno a la desobediencia, el pecado y el incumpliento de los mandamientos.
¿Entendemos ahora por qué Adán se llenó de miedo y por qué corrió a esconderse de Dios? Temió, porque acababa de vulnerar el mandato de Dios. ¿Entendemos por qué el hombre le teme a otro hombre y un pueblo a otro pueblo?
Lo mismo que ocurrió entonces, ocurre también hoy. Donde hay desobediencia a los mandamientos de Dios, ahí germina el temor. Y el temor despoja al hombre de todas sus fuerzas, lo somete y lo esclaviza.
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Omilii despre pocăință, dragoste și optimism, Editura Doxologia, Iași, 2016, pp. 80-81)