Cuando sentimos como una pesadez que nos impide orar…
“Hay una forma de apartar el sueño. Ora mientras caminas, pero hazlo en voz alta. (...) El demonio tiene un vínculo muy estrecho con nuestro cuerpo. Cuando ve que sometes a su amigo, no lo puede soportar, y se va”.
Una vez, después de haber luchado arduamente contra la acedia, decidi permanecer de pie durante unas cinco o seis horas, como una candela. Pero esto enfureció más al maligno. Repentinamente, mientras oraba, escuché como unos quejidos, parecidos a los de una mujer llorando amargamente. Cuando volví la mirada, ¿qué fue lo que vi? Afuera de mi celda había un individuo alto, oscuro y de aspecto repulsivo. Por un momento sentí un poco de temor… pero después Dios me ayudó, y, espabilando, le pregunté al sujeto: “¿Quién eres y qué buscas aquí a estas horas?”. Encolerizado, el otro me respondió: “Soy el demonio de la acedia. ¡Me voy, monje! ¡Me voy! ¡Todo el día me has estado quemando! ¡No puedo hacer nada más contigo!”. Y, diciendo esto, desapareció.
Hijo mío, todo esto te lo digo para que entiendas contra quién luchamos los monjes, y así puedas prepararte debidamente.
Padre, me estremece todo lo que me cuenta. Pero ¿de dónde podré sacar el suficiente fervor como para permanecer cinco o seis horas de pie, en oración, cual si fuera una candela?
—¡Pero no te estoy diciendo que tengas que permanecer de pie durante seis horas! Pero, si algun día puedes hacerlo, que no te asombre, porque el mérito de tales esfuerzos no es nuestro. Créeme, cuando me ayuda la Gracia, olvido que estoy de pie. Y es que la Gracia no es algo que Dios guarde para Sí Mismo, sino que la da abundantemente a quienes tienen buena fe y buena disposición. ¡Si yo tuviera tu capacidad de concentración al orar…! ¡Cómo quisiera dedicarme como tú a la oración! Tristemente, tengo muchas responsabilidades administrativas, las cuales me absorben mucho tiempo. ¡Cuánto quisiera poder retirarme algunas horas, solo para alimentar mi alma con la oración! Yo siempre les aconsejo a los monjes, que (al menos) al principio de las vigilias, intenten permanecer el mayor tiempo posible de pie. Sé de algunos que oran en sus celdas, hora tras hora, de madrugada, de pie. Otros, cuando se sienten cansados, en vez de sentarse, se arrodillan un poco, y después vuelven a erguirse. Una vez, un monje me dijo: “Padre, cuando estoy parado, me canso rápidamente. Si me siento, empiezo a dormitar. Entonces, me pongo de rodillas… pero otra vez me empieza a dar sueño. ¿Qué puedo hacer?”. Yo le respondí. “Hay una forma de apartar el sueño. Ora mientras caminas, pero hazlo en voz alta. (...) El demonio tiene un vínculo muy estrecho con nuestro cuerpo. Cuando ve que sometes a su amigo, no lo puede soportar, y se va”.
También tú puedes recurrir a esos métodos, y Dios te ayudará. ¡Que la bendición de nuestro Señor esté contigo! Espero que vengas a visitarme nuevamente, para contarme cómo resolviste ese problema.
(Traducido de: Monahul Iosif Dionisiatul, Starețul Haralambie – Dascălul rugăciunii minții, traducere și editare de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Editura Evanghelismos, București, 2005, pp. 224-225)