De acuerdo a la enseñanza de la Iglesia, hay dos juicios: el juicio particular, inmediatamente después de la muerte, a los 40 días, y el juicio universal, cuando la historia entre en la plenitud de la Revelación. La Ortodoxia, en especial, considera el intervalo entre el juicio particular y el universal como una posibilidad real de salvar algunas almas, principalmente por medio de la comunión con la Iglesia y su oración, que es la nuestra y de todos.

Así, en el Día del Juicio daremos cuentas tanto de los hechos cometidos en nuestra vida, como de sus efectos en la historia. El peor de los tormentos del infierno es ver las consecuencias de tus pensamientos, palabras y hechos; qué duro es comprobar cómo nuestra actitud alejó a algunos del candor del bien, arrojándolos al fango de las iniquidades. Y, después, no quedará sino repetirte: “¡Yo soy el culpable de todo esto! ¡Yo fui quien puso en movimiento la primera piedra!”.

(Traducido de: Părintele Constantin Galeriu, Dialoguri de seară cu Andrei Pleșu, Gabriel Liiceanu și Sorin Dumitrescu, Editura Harisma, București, 1991, pp. 113-114)