Cuando sufres al pensar en quien te ofendió
No digas “no odio a mi hermano”, si ni siquiera quieres acordarte de él.
El hombre que alberga incluso el más mínimo atisbo de odio hacia su semejante y siente que lo detesta al verlo caer en pecado, es que no ama a Dios. Y es que el amor a Dios no admite en absoluto el odio contra nuestro prójimo.
No digas “no odio a mi hermano”, si ni siquiera quieres acordarte de él. Mira lo que dice Moisés: “No sientas animadversión contra tu hermano en tu corazón, pero repréndelo, para no cargar tú también con su falta” (Levítico 19, 17).
La tristeza está estrechamente vinculada al rencor. Entonces, si al pensar en tu hermano, te llenas de tristeza o enojo, es que estás anidando rencor en contra suya, porque “los caminos del que guarda rencor llevan a la muerte espiritual” (Proverbios 12, 28) y “aquel que guarda rencor está vulnerando la Ley” (Proverbios 21, 24).
Cuando todo esté en calma entre tú y tu hermano, no te acuerdes de lo que este alguna vez te dijo, cuando te ofendió directamente o murmurando con otros, para no caer en el pecado del rencor.
(Traducido de: Glasul Sfinţilor Părinţi, traducere de Părintele Victor Mihalache, Editura Egumeniţa, 2008, pp. 295-296)