Cuando tu corazón busca a Dios…
¿Quieres tener siempre una oración ferviente? ¿Quieres tener un inagotable manantial de lágrimas de contrición?
Cuando sientas que el Señor humilla tu corazón desde su interior, póstrate y haz cuantas postraciones puedas, y no dejes que tu corazón se ocupe de nada más, porque, si permites que esto ocurra, vendrán los demonios y te convencerán de hacer otras cosas, y entonces verás hasta dónde puedes llegar a desviarte. No hay nada más provechoso para la lucha ascética —ni más extenuante, porque es algo que desagrada enormemente a los demonios—, que arrojarte ante la Cruz de Cristo, orando día y noche (...)
¿Quieres tener siempre una oración ferviente? ¿Quieres tener un inagotable manantial de lágrimas de contrición? Haz lo que te dije y serás bendecido, hermano, si día y noche te concentras en ello y no buscas nada más. En tu interior amanecerá la luz espiritual y brillará con justicia, y te harás como un paraíso renacido, como un riachuelo que todo el tiempo fluye.
¿Ves cuántas bondades puede ganar el hombre con su esfuerzo? Muchas veces, hallándote de rodillas, orando con las manos elevadas al cielo y el rostro dirigido a la Cruz de Cristo, con los pensamientos concentrados en Dios y derramando lágrimas de contrición, sientes cómo, de forma completamente inesperada, una alfaguara de gozo brota en tu corazón, envolviendo también todo tu cuerpo, volviendo tu rostro del pecado y cambiando tus pensamientos, de tal modo que ya ni puedes seguir postrándote, debido a la inmensa alegría que te comprende.
Permanece atento, hermano, a lo que lees. Porque, si no te esfuerzas y perseveras, no conocerás nada de esto. Si no te sometes al esfuerzo ascético y no velas junto a la puerta, no serás escuchado.
(Traducido de: Sfântul Isaac Sirul, Cuvinte despre nevoință, Editura Bunavestire, Bacău, 1997, p. 121)