¿Cuánto anhelamos encontrar a Dios?
¿Cuántas regiones, ciudades, aldeas, países y mares no recorreríamos buscándole? ¿Acaso nos pesaría gastar todo lo que tenemos, con tal de volverle a ver?
Imaginemos qué haríamos si nuestro único hijo se extraviara. ¿Qué no haríamos para encontrarlo? ¿Por dónde no andaríamos, con tal de dar con su paradero? ¿Cuántos anuncios no pondríamos, esperando su aparición? ¿Cuántas regiones, ciudades, aldeas, países y mares no recorreríamos buscándole? ¿Acaso nos pesaría gastar todo lo que tenemos, con tal de volverle a ver?
O si se enfermara gravemente, ¿no gastaríamos en médicos y tratamientos todo lo que tenemos, para salvarle la vida? ¿Acaso no lo apretaríamos entre nuestros brazos, para que nada le ocurra, para que no nos deje? Luego, ¡¿cuánto más no tendríamos que hacer, con tal de encontrar a Dios?!
(Traducido de: Protosinghel Nicodim Măndiță, Învățături despre rugăciune, Editura Agapis, București, 2008, p. 23)