Palabras de espiritualidad

Cuatro razones para llenarnos de esperanza

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

¿Es posible que el hombre le abra su corazón al Señor, llamándolo insistentemente, y que Él no quiera entrar?

Aunque en la lucha espiritual es indispensable no confiar solamente en nuestras propias fuerzas, como dije antes, si en algún momento caemos en la desesperación, es decir, si perdemos por completo toda la esperanza de vencer, seguramente terminaremos desertando o siendo derrotados por nuestros enemigos. Por eso, en relación con la completa renuncia a nosotros mismos, es necesario que tengamos una esperanza perfecta y una confianza total en Dios, esperando de Él todo lo que es bueno, cualquier ayuda y victoria. Porque, tal como de nosotros mismos, que no somos nada, no esperamos absolutamente nada, del mismo modo nos alegraremos ante Dios por cualquier triunfo, después de haber armado nuestro corazón con una esperanza viva en Él, para que podamos recibir Su auxilio, como dice el salmista: “No me ocultes Tu rostro, no rechaces con cólera a Tu siervo; Tú eres mi auxilio, no me abandones, no me dejes, oh Dios, salvador mío” (Salmos 27, 9).

Esta esperanza y este auxilio pueden alcanzarse decididamente. Cuatro son las razones:

1. Porque le estamos pidiendo Su auxilio a un Dios, Quien, siendo Todopoderoso, nos puede dar todo lo que desee; es decir, nos puede ayudar en cualquier momento.

2. Porque le estamos pidiendo a un Dios con una sabiduría y un conocimiento sin límites, Quien lo sabe todo, incluso las cosas de la más excelsa perfección; en consecuencia, sabe lo que necesitamos para nuestra salvación.

3. Porque le estamos pidiendo Su auxilio a un Dios inmensamente bueno, con un amor inenarrable, siempre preparado para ayudarnos en cualquier instante, para que podamos vencer con solo correr a Sus brazos con una esperanza fuerte e inmutable.

¿Y cómo es posible que nuestro Buen Pastor, Quien, durante treinta y tres años deambuló buscando la oveja perdida, con una admirable perseverancia, Quien recorrió tantos caminos sin importarle el cansancio, Quien derramó toda Su Sangre y hasta entregó Su vida, cómo es posible que esa oveja lo siga y le suplique que la salve, y Él no vuelva Sus ojos misericordiosos a donde está ella? ¿Acaso no la levantará y la pondrá sobre Sus divinos hombros, para celebrar con todos los ángeles del Cielo?

Y si Dios busca, con todo amor y cuidado, al ciego y pecador, ¿podría olvidarse de aquel que es como una oveja perdida? Entonces, el hombre que crea que Dios conoce su corazón, porque anhela entrar allí y cenar, como dice el Santo Apocalipsis, otorgándole Sus dones, ese siempre pondrá su esperanza en el Señor. ¿Es posible que el hombre le abra su corazón al Señor, llamándolo insistentemente, y que Él no quiera entrar?

4. La cuarta forma de alcanzar esa esperanza en Dios y en Su auxilio, es recordar los relatos de la Santa Escritura, en donde se nos muestra que quien confía en Dios jamás queda sin ser atendido y ayudado.

¡Hazte, hermano, de estas cuatro armas, y comienza a actuar y a luchar, para poder vencer! Y ten la certeza de que obtendrás no solamente la confianza total en Dios, sino que también renunciarás a basarte en tus propias fuerzas.

(Traducido de: Nicodim Aghioritul, Războiul nevăzut, Editura Egumenița, Galați, pp. 18-20)