¡Cuidado con lo que piensas, hermano!
Hay personas que, cuando les prestas un poco de atención, cuando les dices algo bueno, se echan a volar. Pero si no les prestas atención, se entristecen y llegan a cualquier extremo, y los extremos son cosa del maligno.
Padre, ¿a qué se debe la diferencia en la confianza, por ejemplo, de dos discípulos hacia su stárets?
—La mente. Puede que la persona tenga una forma de pensar completamente retorcida. Si el hombre no tiene una mente sana y no se aparta de cada una de sus acciones —es decir, si actúa solamente por interés—, no podrá ser ayudado ni siquiera por un santo. Aunque tuviera un stárets santo o una stáretsa santa, aunque el mismo San Antonio fuera su stárets, aunque todos los santos vinieran a él, no podría ser ayudado. Ni Dios Mismo puede ayudar a una persona así, aunque quiera. Cuando la persona se ama a sí misma, ve todo y explica todo de la forma en que le apetece. Algunas cosas las explica con una forma de pecado y otras como le apetece y, poco a poco, estas explicaciones irracionales se convierten en algo normal. Y, sin importar cómo te comportes con esa persona, siempre pensará de forma equivocada.
Hay personas que, cuando les prestas un poco de atención, cuando les dices algo bueno, se echan a volar. Pero si no les prestas atención, se entristecen y llegan a cualquier extremo, y los extremos son cosa del maligno. Ellas mismas se convencen de que las cosas son como las ven y las entienden, aunque estén en un error. Por ejemplo, ven a alguien con gesto serio y creen que está enfadado con ellas, aunque tal vez el otro esté pensando en quién sabe qué o esté preocupado por algún asunto suyo.
Hace unos días, una persona vino a buscarme, y me dijo: “Padre, ¿por qué R. antes hablaba conmigo y ahora ha dejado de hacerlo? ¿Es que le hice alguna observación, algún comentario y, enfadándose conmigo, decidió dejarme de hablar?”. Le dije: “Escucha: es posible que te haya visto, pero sin acordarse de ti. O tal vez tiene algún enfermo en su familia y está preocupado, o quizás tenía que partir de viaje a algún lado y estaba pensando en cómo organizarse, etc”. Y, ciertamente, como se pudo comprobar más tarde, aquella persona tenía un pariente muy enfermo, cosa que le angustiaba mucho… ¡y este hombre, el que vino a buscarme, se estaba creando un problema del simple hecho de que no le había saludado! Una cosa tan sencilla le estaba provocando un cúmulo de pensamientos inútiles.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești. Volumul III. Nevoință duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, ediția a II-a, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 22-23)