Palabras de espiritualidad

¡Cuidado con los pensamientos!

    • Foto: Doxologia

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Cuidado con los pensamientos. Permanece siempre atento a ellos. Una pequeña grieta que dejes sin cuidar e inmediatamente entrará algún mal pensamiento y, después, ¿cómo sacarlo? Un mal pensamiento te crea un estado interior distinto, entristeciéndote.

Estemos atentos a nuestro estudio, quienes somos monjes. No lo descuidemos. Así como necesitamos comer y siempre lo procuramos, así también debemos sentir esa necesidad de estudiar. Esto nos ayudará en la oración y en nuestra forma de vida monacal. Ten siempre a la mano el paterikon. Antes de acostarte, lee, para que tu mente permanezca en el estudio, durmiendo con él y con él levantándote.

Dijo el anciano: “Cuidado con los pensamientos. Permanece siempre atento a ellos. Una pequeña grieta que dejes formarse e inmediatamente entrará algún mal pensamiento y, después, ¿cómo sacarlo? Un mal pensamiento te crea un estado interior distinto, entristeciéndote.”

Dijo el anciano: “Nuestra obediencia debe ser una feliz, no compungida. Y esta empieza con el amor hacia el stárets, que debe ser profundo y sincero. Sólo así podemos avanzar.”

El ayuno es de mucha ayuda espiritual y física.

El asceta es la persona más social, en su comunión con Dios y en su oración por todos.

La enfermedad es también un esfuerzo salvador. No nos molestemos si no podemos hacer muchas cosas. Dios no nos pide nuestros afanes, sino el corazón.

La virtud principal es la humildad, porque las demás no pueden conseguir nada solas: ni el ayuno, ni las vigilias. Estas deben practicarse, pero con humildad.

Todo lo que se hace sin medida y sin discernimiento son excesos. Y todos los excesos vienen del maligno.

El que ha adquirido la oración del corazón no siente más la necesidad de leer libros.

Dijo el anciano: “La oración debe ser hecha completamente: 'Señor Jesucristo, ten piedad de mí'. Muchos dicen solamente 'Jesús mío... Jesús mío...' y así se han convertido en... jesuitas."

La humildad es como un resorte. Mientras más bajes, más alto te levanta. Mientras más te humillas, más alto llegas, espiritualmente.

Hay quienes, al envidiar o al odiar a otro, cuando le ven, dicen: “Me quemó el verlo. No puedo ni verlo. Siento un fuego interior”. Algo así será, pero inmensamente mayor, el fuego del castigo eterno. Que Dios nos libre.